Cuento» UN NEGOCIO REDONDO.



Texto: “Martes de Cuento” inspirándose en “¡Abracadabra!”, de Saturnino Calleja. Ilustración: Anderson Mahanski

Dando vueltas por la Isla Imaginada, nos encontramos a Saturnino Calleja que, seguido de cerca por sus cuentos, recogía arándanos para hacer un pastel.
Como siempre ha sido un hombre muy atento, nos invitó a merendar y, mientras degustábamos un sabroso té de zarzamora con pistachos y comíamos galletas de pera, nos contó un montón de cuentos.
Inspirados por los relatos de tan sabio y prolífico cuentero, escribimos un cuento a partir de una idea de “¡Abracadabra!”
Esperamos que tanto al maestro Calleja como a vosotros os guste el resultado.

Cuento» UN NEGOCIO REDONDO


En el País de Listalante, donde todo el mundo es muy listo, vivieron, en inmemoriales tiempos, dos amigos.

Desde muy pequeños, Canuto y Torcuato, que así se llamaban, fueron inseparables. Como lo suyo no era construir suntuosos castillos, ni escribir imperecederas obras literarias, ni componer conmovedoras óperas, ni embelesar con apasionados discursos, que era a lo que se dedicaban los habitantes de Listalante, decidieron ponerse a trabajar en aquello que les gustaba de verdad: Torcuato de zapatero y Canuto de basurero.

Ambos eran muy felices, porque amaban su trabajo y disfrutaban haciéndolo, pero la gente de Listalante los despreciaba, porque consideraba que su labor era servil y carecía de importancia.

Tanto oyeron Canuto y Torcuato que eran tontos, que su trabajo era inútil y que no servían para llevar a cabo grandes empresas, que acabaron por creerlo. Así que, un día, decidieron cambiar de vida para conseguir fama y dinero y, de ese modo, ser aceptados por sus vecinos de Listalante.

Los dos amigos, dando un paseo por el bosque cercano al pueblo, empezaron a cavilar sobre el modo de ganarse la vida en el futuro.

Ya habían desechado bastantes ideas, cuando Torcuato exclamó:

—¡Canuto, ya lo tengo! ¡¿Por qué no nos dedicamos a los negocios?!

—¡Genial idea, Torcuato!… Pero, el caso es que casi no tenemos dinero.

—No hace falta mucho dinero. Lo único que tenemos que hacer es juntar las monedas que hemos ahorrado y comprar naranjas con ellas. Luego las venderemos, ganaremos mucho dinero y reinvertiremos las ganancias en más naranjas. Y así, hasta conseguir tener un negocio próspero.

—¡Excelente proposición, amigo mío!

Y así lo hicieron. Reunieron todo el capital que habían obtenido con su trabajo y emprendieron el largo viaje hacia la vecina localidad de Naranjales. Una vez allí, con las treinta y una monedas que habían conseguido reunir, le compraron a un agricultor una cesta con treinta naranjas, a moneda la naranja, y aún les sobró una moneda.

Para no cansarse con el peso, acordaron que cada uno llevaría la cesta durante media hora y, animosos, emprendieron la marcha.

Después de dos horas de caminar sin ver a nadie, Torcuato le dijo a Canuto, que era el que en ese momento llevaba la cesta:

—Canuto, tengo mucha sed. Como llevo la moneda que nos ha sobrado en el bolsillo, ¿qué te parece si me vendes una naranja? Después de todo, a ti te da lo mismo venderla a un extraño que vendérmela a mí, ¿no?

Canuto, después de meditarlo, no vio inconveniente, así que le vendió a Torcuato la naranja y se puso la moneda en el bolsillo.

Pasada media hora, le tocó a Torcuato llevar la cesta y entonces fue Canuto el que dijo:

—Pues yo también tengo sed, así que ahora véndeme tú a mí una naranja y yo te doy la moneda.

Torcuato le vendió la naranja a Canuto y se guardó la moneda en el bolsillo.

Pasaron las horas y la moneda fue pasando de uno a otro bolsillo, hasta que las naranjas se terminaron. Entonces Canuto exclamó:

—¡Oye, Torcuato!, ¡que nos hemos quedado sin género!

—¡Claro! Lo hemos vendido todo.

—Pues yo solo tengo una moneda.

—¡Imposible! Había treinta naranjas, a moneda la naranja… son treinta monedas, más la moneda que nos sobraba… en total treinta y una monedas.

Por más vueltas que le dieron, por más que contaron, sumaron, restaron, multiplicaron y dividieron solo apareció una moneda.

Decepcionados, arruinados y muy tristes, por la poca pericia que ambos tenían para los negocios, decidieron regresar a su país y aceptar que habían fracasado.

Cuál no sería su sorpresa cuando, al llegar allí, se encontraron con un desolador espectáculo. Durante su ausencia, montañas de basura se habían acumulado por doquier, y un olor nauseabundo flotaba en el aire. La gente, lamentándose, andaba descalza entre la suciedad, porque sus zapatos se habían roto hacía tiempo y no había nadie que los arreglara.

Cuando los vieron llegar, los habitantes de Listalante, los aclamaron como a héroes. Entre abrazos y vítores, los llevaron a hombros por toda la población mientras coreaban sus nombres.

Y es que, durante la ausencia de los dos amigos, los habitantes del pueblo habían comprendido que, para que el país funcionara, no solo eran necesarios los grandes artistas y científicos; también eran necesarios los buenos artesanos.

Desde aquel día, Canuto y Torcuato volvieron a dedicarse a lo que de verdad les gustaba y fueron muy felices haciendo aquello que sabían hacer tan bien.



FIN

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Visto y leído en:
Martes de cuento
Barcelona, España.
https://www.martesdecuento.com/

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Sitio de Promoción de la lectura mediante la publicación semanal de un cuento (clásico o inédito). Puntualmente, también se publican poesías y entradas en la Imaginopedia, un espacio que recopila personajes, lugares, objetos... imaginarios procedentes de cualquier mitología universal, leyenda, o cuento.

No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee. Fahrenheit 451


Martes de cuento
https://www.martesdecuento.com/2014/09/30/un-negocio-redondo/
Ilustración: Anderson Mahanski
https://www.deviantart.com/andersonmahanski/art/Another-page-of-my-new-book-133523356

1 comentarios:

  1. Hermosos cuentos para los más pequeños de la casa, para que su imaginación vaya creciendo y su gusto por la lectura aumentando cada vez más. Bendiciones al blog por subir éstios cuentos mágicos.

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Ilustraciones Alex DG© y Daniel Caminos