Ricardo Mariño. Vení que leemos en 3º. Antología


Vení que leemos en 3º es una completa antología literaria que incluye actividades para trabajar la comprensión, la producción escrita, con distintos recursos para que los alumnos disfruten de la literatura.
Se presentan textos de autores prestigiosos y géneros diversos seleccionados por Ana Lucía Salgado.

PASOS DE AUTOR - VAMOS A CONOCER DISTINTAS OBRAS DE RICARDO MARIÑO Y ALGO MÁS.

Cuento: El ratón García
Cuento: El fantasma asustado
Cuento: Las aventuras de Tuco
Cuento: El peor nieto del mundo



Cuento» El ratón García


Aquella fue una temporada distinta, porque a los chicos se les cayeron más dientes que nunca. ¡Los ratones Pérez no daban abasto!

Una noche, por fin, los ratones decidieron que por primera vez emplearían a un ayudante ajeno a la familia. El elegido fue el primero que pasó: el joven ratón García.

Pero no hubo tiempo de enseñarle su tarea al ratón García. Solo le dieron una bolsita con monedas y las direcciones de los chicos a los que había que llevárselas.

Con el primer chico, el ratón García se equivocó de dirección. Buscó y buscó debajo de la almohada... nada. Nervioso, le abrió la boca para comprobar si le faltaba un diente. Para eso tuvo que pasar por sobre la nariz, ¡pero el chico se despertó y se puso a gritar! Llegó corriendo el padre, encendió la luz y atacó a zapatillazos al ratón García.

Con el segundo chico también le fue mal, porque debajo de la almohada encontró veinte dientes. Se quedó muy sorprendido, pero luego pensó que debía dejar allí todas sus monedas.

Cuando regresó al depósito de los ratones Pérez a buscar más monedas, el ratón tesorero se puso furioso:

—¡Ese chico pone dientes de plástico! —gritó—. ¡Siempre nos engaña!

En la tercera casa, García se metió en la habitación del abuelo y, al ver una dentadura postiza, exclamó:

—¡Se le salieron todos los dientes! —Le dejó todas las monedas y regresó.

El gerente Pérez lo expulsó sin contemplaciones. El ratón García se quedó muy triste. Salió a la calle y caminó hasta un caño que le pareció apropiado para meterse a dormir.

Pero en el caño había muchos ratones trabajando.

—¡Nefefitamos obreros! —le gritó uno, con la boca llena—. ¡Pagamos cien $Q por noche!

—¿Qué es $Q?

—¡Pesos queso!

—¿Y qué hay que hacer?

—¡Acafrrear queso!

El ratón García se unió entusiasmado a la fila de ratones obreros y empezó a trabajar. ¡Era el mejor empleo del mundo!

—¡Está buenífimo este trafafo! —dijo García entusiasmado, con un enorme queso en su boca.

© Ricardo Mariño
© Editorial Puerto de Palos S.A.

Ricardo Mariño / Ilust.: Vanessa Zorn - Imagen cuento: Páginas 8 y 9 © Editorial Puerto de Palos S.A.
http://www.novedades2020.com/libros/ciclo1/veniqueleemos3antologia/index.html#p=9

Cuento» El fantasma asustado


En aquel castillo abandonado, vivía una familia de fantasmas desde hacía seiscientos años: el padre, la madre, el hermano mayor y el fantasmita menor, llamado Sabañón, de solo 123 años. Sabañón era bastante miedoso y vivía asustado por las historias de humanos que le contaba su hermano.

La madre explicaba a Sabañón que un humano no puede atravesar paredes ni ver en la oscuridad. En vano trató de hacerle entender que, aunque fueran horribles, los humanos eran incapaces de hacerle daño a un fantasma. Pero igual el pequeño tenía pesadillas.

Así, el día en que apareció en el castillo una verdadera familia de humanos, Sabañón casi se muere del susto.

Los humanos se quedaron a vivir en el castillo y, para Sabañón, comenzó una etapa difícil: vivía aterrorizado, no salía del sótano y hasta empezó a tener problemas de aprendizaje en la escuela de fantasmas.

Hasta que al padre se le ocurrió una idea para alegrar a Sabañón: enseñarle a asustar a los humanos.

El juego empezó a divertir tanto a Sabañón que no pasaba un minuto sin aullar, abrir una puerta o hacer que su cara se reflejara en un espejo.
Durante la noche les retiraba las mantas de la cama, movía una silla o hacía tintinear las copas. Los humanos corrían asustados, y él se mataba de risa. Así les perdió el temor.

Pero claro, los humanos vivían tan atemorizados que comenzaron a decir entre ellos que se marcharían del castillo.

Un día, la mamá le explicó a Sabañón que así como él les había tenido miedo a los humanos, ahora ellos le tenían miedo a él y que los chicos humanos sufrían mucho por eso.

—Tenés razón, mami —le dijo Sabañón—, ¡pero a mí me gusta asustarlos!

—Solo tenés 123 años, querido, pero ya lo vas a entender —le dijo la mamá—. Te doy permiso para que los asustes una sola vez por mes, los días 13.

Desde entonces, el día favorito de Sabañón es el 13. Para ese día prepara sus mejores trucos y hasta invita amiguitos de su colegio de fantasmas. Y los humanos de ese castillo tienen 29 días de tranquilidad por mes y uno de terror.

© Ricardo Mariño
© Editorial Puerto de Palos S.A.
Ricardo Mariño / Ilust.: Vanessa Zorn - Imagen cuento: Páginas 12 y 13 © Editorial Puerto de Palos S.A.
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Cuento» Las aventuras de Tuco


Un día llegó a aquel lugar de la selva un perro llamado Tuk. Era flaquito y delicado, y había protagonizado películas donde rescataba chicos, manejaba aviones o salvaba al mundo de ataques extraterrestres. Harto de esa vida de estrella, se había marchado a la selva.

En el cine, Tuk parecía enorme, feroz y decidido, pero eran trucos de filmación. La verdadera habilidad de Tuk era la de actuar.

Entre los animales que lo vieron llegar, había un mono que lo reconoció de cuando vivía en una casa de humanos y miraba tele. El mono creía que las aventuras de Tuk eran reales, así que al verlo armó un increíble escándalo. Hasta los tigres se acercaron a admirar a Tuk.

Pero ocurrió que, al día siguiente, entraron tres cazadores a la selva y los animales, en lugar de escapar como siempre, esta vez dijeron:

—No hay problema, lo tenemos a Tuk. Que Tuk vaya a vencerlos.

—¡No! ¡Huyan, llévense a sus cachorros! —les gritó Tuk, pero todos pensaron que bromeaba. ¿Cómo un perro que, según el mono, había aniquilado a un ejército invasor no iba a poder contra tres simples cazadores?

Tuk no tuvo más remedio que ir. “No soy un héroe, soy un actor. Tengo miedo. Los cazadores me van a matar”, pensaba mientras iba al encuentro de los hombres.

Llegó al campamento al anochecer. Primero los cazadores le arrojaron piedras, pero luego él comenzó a hacer pruebas, como saltar hacia atrás dando una vuelta en el aire, y logró que lo aceptaran.

Cuando los cazadores se fueron a dormir, Tuk volcó el agua, escondió los víveres y enterró las armas. Su idea era escapar, pero antes salió el sol y uno de los hombres se despertó.

El cazador vio que habían desaparecido las armas y los víveres, y comprendió que sin eso no tendrían más remedio que regresar a la ciudad. Y el responsable era ese maldito perro. Tomó un enorme palo y comenzó a pegarle.

Tuk quedó tendido en el suelo. Cuando los cazadores se marcharon, todos los animales corrieron a asistirlo. Recién al cuarto día Tuk despertó, les agradeció los cuidados y les dijo que tenía que contarles algo que los iba a decepcionar: les dijo que él no era un héroe en serio, sino un actor. Les mostró cómo podía hacer de perro furioso, o fingir que estaba herido, o mostrarse feliz o triste.

—Y otra cosa... “Tuk” es un nombre artístico que inventó mi representante. Mi nombre verdadero es “Tuco”.

Hubo un largo silencio durante el cual Tuco pensó que sus amigos iban a reaccionar con enojo, pero fue al revés:

—Es un genio —comentó una boa constrictora—. Tuco es... increíble.

—Me encantaría ser como él —dijo un hipopótamo. ¡Quiero ser actor!

—Es... ¡divino! —dijo una lobita.

© Ricardo Mariño
© Editorial Puerto de Palos S.A.
Ricardo Mariño / Ilust.: Vanessa Zorn - Imagen cuento: Páginas 20, 21 y 22 © Editorial Puerto de Palos S.A.
http://www.novedades2020.com/libros/ciclo1/veniqueleemos3antologia/index.html#p=21
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Cuento» El peor nieto del mundo


Era un anciano delgado, con muchas arrugas, que parecía estar siempre sonriendo. Se llamaba Lu-sin, vivía solo en un pequeño departamento y se aburría mucho porque todos los días hacía lo mismo. Cada día Lu-sin se levantaba temprano, leía el diario, daba una vuelta por la plaza, se preparaba comida, dormía la siesta, miraba televisión, cenaba y se iba a dormir.

Hasta que una mañana, al abrir el diario, leyó un aviso que le interesó: “Nieto desea adoptar abuelo”. Como la dirección era cerca de su casa, decidió presentarse.

Lo primero que le llamó la atención fue que en la cola para ofrecerse como abuelos había muchas personas. Lo segundo, que cada uno que entraba a la casa, enseguida salía apurado, con expresión de desagrado.

Lu-sin era el último de la cola y, cuando le tocó entrar a la casa, era ya de noche. La mujer que lo atendió era joven, pero parecía muy cansada. Le dijo que pasara y tomara asiento. Lu-sin pasó...

—Mi hijo necesita un abuelo y no tiene —dijo la mujer—. Pero todos los que se presentaron... bueno, se fueron, salieron apurados, corriendo, corriendo despavoridos —explicó medio avergonzada.

—¿Y dónde está la criatura? —preguntó amablemente Lu-sin.

En ese momento, Lu-sin vio que una torta venía volando en dirección a su cara, al tiempo que un chico con expresión de enojo se asomaba y decía:

—¡Acá está la criatura!

Con un ágil movimiento, Lu-sin tomó la torta cuando ya estaba por estallar contra su cara.

—Gracias por convidarme —dijo Lu-sin, chupándose los dedos—. ¿Cuál es tu nombre?

—Tobías —respondió el chico, enojado.

Lu-sin, Tobías y su mamá decidieron probar una semana, a ver si los tres se llevaban bien. Lu-sin dijo que regresaría a la tarde siguiente para llevar a Tobías a la plaza.

Esa tarde, Tobías enjabonó el piso para que Lu-sin se cayera al entrar. Pero el viejo Lu-sin hizo increíbles piruetas patinando sobre el jabón sobre un solo pie y dejó maravillado al chico.

Al otro día, Tobías arrojó por el balcón una zapatilla. El calzado quedó enganchado en un cartel pasacalles. Lu-sin se paró sobre la baranda del balcón, caminó por la soga del cartel, recogió la zapatilla y regresó al departamento.

Pese a eso, el chico no dejaba de mirarlo con enojo. Las trampas de Tobías siguieron, pero Lu-sin lograba salir airoso. La última noche de la semana de prueba, Tobías se sentó sobre la mesada de la cocina y comenzó a tirarle platos a Lu-sin. Lu-sin no solo los fue tomando en el aire, sino que a cada plato lo ponía a girar sobre sus pies, su cabeza o sus manos.

Cuando se terminaron los platos Tobías se quedó como paralizado de asombro. Lu-sin dijo entonces que se tenía que ir. Que lamentaba no poder ser un buen abuelo adoptivo para él, pero que igual le agradecía haberle hecho recordar la época en que trabajaba en el circo chino.

Entonces Tobías se acercó a Lu-sin, lo tomó de la mano y, con una sonrisa, le dijo que se quedara a cenar, que lo aceptaba como abuelo y que quería aprender a ser artista de circo.

—¿Es difícil ese truco de los platos?

—No tanto —sonrió Lu-sin—, aunque hay que practicar mucho. Al principio algunos platos se rompen...

A la mamá se le escapó una lágrima, y los tres se abrazaron.

© Ricardo Mariño
© Editorial Puerto de Palos S.A.
Ricardo Mariño / Ilust.: Vanessa Zorn - Imagen cuento: Páginas 25, 26 y 27 © Editorial Puerto de Palos S.A.
http://www.novedades2020.com/libros/ciclo1/veniqueleemos3antologia/index.html#p=25
http://www.novedades2020.com/libros/ciclo1/veniqueleemos3antologia/index.html#p=27




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Ilustraciones Alex DG© y Daniel Caminos